Apego: ¿Qué es realmente?

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A muchos les evoca la imagen de un recién nacido desnudo encima del pecho de su madre, pero es más y puede implicar en el desarrollo de una persona aún mucho más.

El apego es un concepto que está de moda y que ha llegado para quedarse, pero ¿qué es exactamente? En Chile, la palabra comenzó a popularizarse varios años atrás con la política hospitalaria de “hacer apego”. Esta consistía en que apenas los bebés nacían eran puestos en el pecho de su madre, piel con piel. Si bien esta práctica, que se mantiene hasta hoy, es favorable al apego, no es en realidad lo mismo.

El apego constituye la forma en que un niño se vincula afectivamente con sus cuidadores más cercanos, especialmente con la madre. Responde a un impulso biológico tan importante como otros, por lo que no es posible que “no exista apego”, pero sí es posible que éste tenga características que hagan el vínculo más o menos saludable para el desarrollo afectivo de este niño.

Se ha descrito el apego seguro como aquel en que el niño va desarrollando un concepto de sí mismo, en el que es digno y merecedor del amor y cuidados de sus padres, y un concepto del mundo, como un lugar seguro.

Estas percepciones le permiten, poco a poco, alejarse del cobijo de sus cuidadores, para explorar y aprender con confianza en sí mismo y con la tranquilidad de que, en situaciones de dificultad, tendrá el apoyo necesario para salir adelante. De esta forma, el desarrollo del apego seguro tiene un impacto en las metas que se pone una persona y en su capacidad de cumplirlas a lo largo de su vida.

Cómo poder vincularnos

La relación de apego comienza con el impulso biológico del bebé a atraer nuestra atención para que respondamos a sus necesidades de cuidado y afecto. Su llanto es el aviso de que tiene un malestar o necesita algo, y es la respuesta constante a esta señal la que va transmitiendo seguridad al vínculo con su madre o cuidador. A medida que crece va desarrollando otras formas de comunicar lo que necesita.

En este contexto, es importante erradicar la creencia de que el llanto y las pataletas son estrategias que usan para manipularnos, sino que es la forma en que nos transmiten su malestar físico o emocional. Por lo tanto, responder a ellos acogiéndolos y calmándolos no es malcriarlos, favorece a que el desarrollo de esta relación de apego sea saludable (segura).

Lo anterior no significa que no deban tener límites, por el contrario, son fundamentales para la seguridad física y emocional de un niño. Sin embargo, reprimir una pataleta con gritos o castigos no ayuda a que el niño se sienta mejor ni favorece el apego. Lo que se sugiere en estos casos es acoger su malestar emocional, transmitiendo que nos damos cuenta y que nos importa. Solo cuando está más calmado razonamos con él.

Su impacto en el futuro

La teoría del apego se desarrolló desde fines de los años 50. A pesar del tiempo transcurrido, se ha ido consolidando como uno de los aportes más relevantes dentro de la comprensión del desarrollo psicológico, en la medida en que ha sabido recoger aportes de distintas investigaciones que la han ido robusteciendo y complementando.

Lo que ocurre en las relaciones más cercanas los primeros dos años de vida es crucial para sentar las bases de una personalidad saludable y feliz. Estudios han demostrado que los niños que desarrollan vínculos de apego seguro en esa etapa tienden con el tiempo a establecer relaciones de pareja más saludables, duraderas y felices, en las que dan y reciben la seguridad que obtuvieron tempranamente.

Así se ha venido demostrando, cada vez con más pruebas, que un apego sano o seguro es un elemento fundamental para el desarrollo de una personalidad saludable. Aunque es importante señalar que el vínculo puede ser modificado a lo largo de toda la vida en nuestras relaciones más íntimas.

Cabe destacar que la teoría del apego en sus inicios consideraba fundamentalmente a la madre como figura central en el vínculo con el hijo. La incorporación de la mujer al mundo del trabajo y a otras esferas de la vida pública, más la mayor implicación de los padres y otros familiares en las tareas de crianza, pusieron en evidencia cómo los niños son capaces de establecer vínculos de apego con distintas personas, en la medida en que estas sean figuras estables, sensibles y cariñosas con ellos.

Hoy ya no son solo las madres, sino papás, abuelos, cuidadores de salas cuna, entre otros, quienes tienen actualmente la oportunidad y la responsabilidad de transformarse en figuras de apego relevantes, para así, juntos, apoyar el crecimiento saludable de los niños de nuestro país.


Andrea Pérez, psicóloga del Programa Emprende Mamá - ADS
 

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